En un solo cuerpo

lunes, 23 de noviembre de 2009
Pd: Es algo extenso, pero llega al alma. Es algo viejo y pocos lo han leído. Hoy quiero compartirlo.

Las horas ya no suelen ir tan rápido como lo solían hacer. Los días ya parecen eternidades comparados con el ayer.

Hoy he fijado la fecha en que he de morir. Dos individuos no caben dentro de estos cuatro muros; comienza la asfixia, domina mi cuerpo. Ya somos dos en un sólo cuerpo y en menos de un año el suyo podré tenerlo en mis manos.

En mi mente se crean las preguntas suficientes para hacerme perder el control, salir al balcón, caminar un rato de un lado para otro, apoyarme contra el barandal, fumar, escuchar el ruido de la ciudad… ver el tiempo pasar.

Me encuentro en una situación que no sé controlar, no puedo evadirla ni le encuentro un final. Tiene miles de opciones que puedo tomar, pero mi moral no me permite tomar una de ellas.
Estoy enamorada. Jamás creí estarlo. Tenía la idea de crecer encerrada entre los cuatro muros que me han seguido hasta el momento y que al final terminaría dentro de otros cuatro blancos muros acolchonados controlada por medicamentos y la fuerza bruta de los médicos; pero el camino cambió. Hace varios años que conocí a la persona que pintó mi vida en colores brillantes; él me hiso volver a ver lo bello que es el amanecer, siempre está presente si tiendo a caer por la ventana, coloca mi cuerpo sobre el pasto y se acuesta a mi lado cuando menciona que habrá lluvia de estrellas, me deja probar sus labios, acaricia mi cabello, y me regala abrazos para que la felicidad nunca decaiga. Cuando fija su mirada penetrante en la mía transmite algo indescriptible que no me gusta compartir. Soy una egoísta, y sin embargo él no lo ha notado; quizás sea porque su alma es tan pura como la de un pequeño soñador.

No quiero imaginar su reacción al decirle que lo he de dejar pronto. Le escribiré haciéndole saber lo mucho que significa para mí. Soy cobarde, soy tímida; mi voz no puede hacerle saber nada de esto cuando estoy a su lado.

Ya escucho sus palabras rogando que no le deje, que ambos cuidaríamos de lo que vive dentro de mí.

No quiero arruinarle la vida, él es muy joven para vivir uno de mis cambios drásticos y peor aún, soportar las consecuencias… ¿Y si después ya no me ama? Quizás me cambiaría por lo que crece pegado a mí.

Recuerdo que al cumplir los 20 visitaríamos París. Recorreríamos Louvre, Caminaríamos a la orilla del río Sena todas las noches que estuviésemos en la ciudad, visitaríamos Notre Dame, nos sentaríamos en los jardines de Versalles a fumar un cigarrillo mientras yo tome fotografías y él dibuje en su libreta de espiral algo que me pueda impresionar. Al final llegaría el momento en el que visitaríamos el último piso de la torre Eiffel, un 14 de Enero por la noche viendo las luces de la ciudad él tomaría mi cara con sus suaves manos, descubriría mi frente y la besaría, después besaría mis mejillas; yo le sonreiría. Tal ves susurraría, “Parece ser que he encontrado al amor de mi vida”. Jugaría con su rizado cabello, le quitaría los lentes y ambos cerraríamos los ojos. Dejaría que el viento nos llevara lejos si la condiciones es llevarnos a ambos. Mis brazos jamás se apartarían de él ni un segundo; y al último besaría mis labios… cómo si aún tuviéramos 17.

¿Y si le hago saber lo que sucede con mi cuerpo? Me apoyaría, no lo dudo; pero yo no puedo soportar la idea de caminar por las calles con una enorme pelota pegada a mi cuerpo. Nunca debió pasar, pero no todo en esta vida tiene una explicación, de hecho existen millones de preguntas que jamás se podrán contestar al igual que la idea de que nada en este mundo es casualidad; por algo me sucedió a mí y ya estoy exhausta de que todo me pase a mí.
Hace unos días comenté con una amiga que me sentía mal, le confesé que no sabía como seguir con esto y ella me prometió guardar el secreto; además me escribió un número telefónico en mi libreta de la escuela, me dijo que llamara que ahí podrían orientarme. Llamé en cuanto me encontré sola en casa y me dieron una cita para ese mismo día. Al llegar a la dirección entré en un consultorio y me atendió una mujer especialista en el caso. Formuló aún más preguntas que siguen permanentes en mi mente. Comentó que ella me ayudaría pero yo tenía que estar segura de lo que quería, no debía temer pues no habría vuelta atrás. Antes de partir me proporcionó unos folletos, los cuales leí hasta llegar a mi habitación. Me senté en la cama y prendí la lámpara del buró.

“Aborto”
Todo puede volver a ser como antes.

Mis ojos se cubrieron de lágrimas, mi actitud entró en una furia contra todo que tomé los folletos y los quemé en el balcón. ¡Jamás! Lo tenía tan presente, que si he de quitarle la vida a éste animal viviente en mi cuerpo yo he de irme con él también. No podría seguir caminando por la vida como si nada de esto hubiera pasado.

¡Encontré la cura! Eso me dije al caminar de lado a lado por el balcón. Mi familia jamás aceptaría que su retoño fuera a ser madre a una edad tan temprana; el mundo me comería viva, no me siento preparada.

Si tan sólo después de Mayo viniera Octubre, y después de Octubre llegara Enero ya tendríamos cumplidos los 20, nadie se daría cuenta del cambio en mi cuerpo, ya no tendría que confesarlo, pero le abandonaría después de escuchar una vez más sus coloridas palabras.

Lobo Interno Ataca

de nuevo.. aquí vamos (me ausenté, lo sé)

Hoy te escribe la perra maldita que arruina tus días
La que investiga cómo se creó el mundo
La que no sabe quién es.

A la que odias
A la que evitas
La que te estorba.

La que puede dejar el espacio esta noche
A la que no le dirías adiós
¿Satisfecho?

Hoy te escribe la malagradecida que te espera a las seis de la mañana dormida en su cama
La que se cambia en menos de diez minutos
A la que esperas una hora en la escuela para dejarla en cualquier lugar.

Ella escribe
Ella canta
Ella toma fotos
¡Ella no es más que una tarada!

No la culpes por sus letras
No la detestes por su tristeza

Hoy te escribe la que no sabe olvidar
La que ama sin pensar
La que duerme poco de día
La que platica con Nietzsche todas las noches.
La que prefiere manzanas en vez de pastel
La que se acuesta en su cama a recordar un no sé qué

La que fuma
la que toma
la que se droga
la que llora
la que extraña
la que termina un escrito con: ¡Soy una idiota!

La que te pide perdón
La que se encierra en una burbuja y no deja que la truene ningún cabrón.

Cuenta hasta tres.
Uno
Dos
... Adiós.

¿Seguro?